viernes, 27 de marzo de 2009

Las dos medicinas

Cada día que visito las clínicas me convenzo más que existen dos prácticas médicas. Existe la de los hospitales y los ambulatorios. La pública. Adonde van los pobres y parte de la clase media que no cuenta con una póliza de seguro. Con médicos en formación, otros con sueños de una medicina universal, algunos con mística y amor al prójimo, muchos con deseos que las cosas cambien, que lleguen y perduren los equipos y los insumos, los que cuidan las cosas para que sirvan para todos. Donde los pacientes van con la esperanza más grande porque se juegan el todo por el todo. En esa medicina también están los que juegan al caos, a la burocracia, a la desidia, los que se roban las cosas, los que van unas breves horas para después irse a la clínica, los que no les importa llegar tarde o irse temprano, los que no les importa que el paciente pierda el turno quirúrgico porque no está el catéter, el tornillo o la pinza.
El otro mundo es la medicina de las clínicas. Donde va la clase media que tiene una póliza (su gran mayoría) y los de clase alta. Donde va la clase media que empeña su alma para lograr un poco de salud. Donde están, ciertamente, los especialistas más calificados. Donde están esos expertos y expertas que dedicaron su vida a la práctica hospitalaria y a la docencia. Donde ocurre la medicina que debería ocurrir en los hospitales y ambulatorios. Todo es brillante, limpio, ordenado, hay disponibilidad de medicinas e insumos, tecnología y sabiduría. Pero es el mundo en el que la salud es una inversión, una mercancía, un servicio que tiene un precio. Los pacientes son inversionistas, son clientes, tienen etiquetadas los nombres de las aseguradoras en su frente. Prevalece su cobertura antes que su diagnóstico o su urgencia de salud. 
Cuando uno de nosotros visita uno de estos dos mundos, se conjugan una serie de factores que van moldeando nuestra experiencia. Desde el momento que uno llega y entra por la puerta, el portero, la recepcionista, la enfermera o enfermero, la espera y sus horas, los que comparten nuestra espera que tienen más tiempo que nosotros, la impresión cuando nos atienden y la forma cómo lo hacen, la expectativa que tenemos y cómo nos la cambian. 
Los que trabajamos en la salud debemos esforzarnos, todos y cada uno de los días, en hacer que esa experiencia sea un alivio verdadero para quienes nos buscan. 

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