Hemos vivido una pérdida reciente realmente absurda e insólita. Una hermosa mujer joven, madre de 3, brillante, inteligente, emprendedora. Llena de esas fuerzas que se comen el mundo. Que en un momento ya no esté es increíble.
Siempre he dicho que las enfermedades y las muertes se producen por una suma de factores o decisiones. Si uno los ve por separados realmente son absurdos todos.
Llorar a un ser querido es ya un tema cotidiano en el país. Pareciera que es por racha o épocas. La situación país, el tema alimentario, la escasez de medicinas para enfermedades catastróficas y... La desesperanza. Ya el venezolano dejó de ser el más feliz de Latinoamérica. Al trastocarse su rutina, su vida, sus consumos, se acaba la alegría.
La vida que puede llevar una persona normal, globalizada, de poder cubrir sus gastos diarios, servicios, mercado, salud, distracciones, vacaciones, regalos, salidas, compartir, entre otras, es un tema que ordena la existencia de las personas. Las guía. Si esto cambia, se tuerce, se cambia la motivación, la esperanza.
La política y la economía indudablemente le quitan la esperanza a las personas. Influye. Si no se cumplen estos preceptos, la felicidad decae.
Pero esta mujer increíble que nos deja, a pesar de todo ello nunca decayó, siempre luchaba. Ganaba retos, quemaba etapas. La enfermedad asomaba y ella le cerraba la puerta, peleaba.
Y es ahí cuando se suman esa serie de factores: falló una medicina, una infección, empeoró su condición, la hospitalización, la falta de información, más fallas de medicinas, otras patologías se suman, complicaciones de otras. Es como si de verdad te escapas y te atrapan por un pie. Qué difícil, qué tormenta.
Esa mujer, hermosa, vital, pasa a otro plano. Allá donde se van lo sueños.
No debemos perder la esperanza. Esa fuerza motora debe seguir girando con sus hélices plenas impulsando nuestra vida. No podemos perder el ojo ante lo absurdo, por muy absurdo que sea.
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