sábado, 23 de enero de 2010

La Experiencia Taxi




Hace varios años, en Cabimas, mi tierra natal, un grupo de amigos de toda la vida, de bachillerato y de andanzas, decidimos hacer un grupo de música. Ya veníamos de tener una experiencia en el liceo con el teatro muy exitosa. Pensamos en un nombre y, entre otros, salió JCLEF, tomando las iniciales de cada uno de nosotros. Idea muy buena de Toco, el hermano de Luis. Con esta banda cantábamos canciones propias y algunas ajenas. Tuvimos interrupciones de la carrera de medicina y otras ocupaciones. Pasamos por otros nombres y algunas malas situaciones.


Más tarde, cuando ya todo tomaba forma, nos reagrupamos como grupo Taxi, en honor a la canción de Los Impala, gran inspiración nuestra. Comenzamos tocando en Los Fai, en la carretera H, el primero que nos dio una oportunidad. Ensayábamos en casa de Freddy, de Los Tocayos, quien, gentilmente, nos facilitó el sonido. Luego, vino La Taberna de Pancho y, luego, los clubes de Maraven y Lagoven. Después, fuimos a Ciudad Ojeda y Bachaquero.
Sin darnos cuenta, estábamos en Maracaibo, en La Cabaña del Café, espacio que nos brindó Perucho los días miércoles. Allá pudimos cantar con nuestro ángel Francisco Belisario, de Los Impala. Cantamos La Vi Para Ahí y, por supuesto, Taxi. Estábamos alucinando. Allí nos contaba que pronto iban a estar en Maracaibo, en Ykarus. Pudimos abrir el show de Los Impala, nuestros ídolos (Aparte de Los Beatles, claro).



Nos convertimos en banda prometedora, con seguidores y seguidoras, todos amigos. Era siempre una fiesta. Pudimos hacer unas pistas, pero nada pulido. Es difícil la vida del músico.
Éramos hermanos, éramos familia. Carlos Vílchez, bajista. Recuerdo que le designamos el instrumento a dedo y él, sin ton ni son, lo tomó. Hombre de retos. Aprendió a tocar guitarra y, eventualmente, cantaba. Tomó clases en la Cecilio Acosta los primeros semestres y creció bastante como músico. Luis Ramones, lo suyo era el canto. Un poco de guitarra, pero tenía un don nato para cantar y una voz muy particular. Animaba y desplegaba su energía en el escenario. José Luis Zárraga, la guitarra principal. Ya tenía tiempo en la guitarra y me enseñó mis primeros acordes. Amos Fernando, pero le decíamos Fernando, era el baterista. Desde chico le daba a unas cajas y estaba destinado a ser el gran percusionista. Enérgico y con feeling. Impetuoso y amante del ritmo. Los cinco pasábamos horas escuchando discos de acetato y cassetes. Vivíamos en las casas de los otros, compartíamos el agua y las arepas (Siempre recuerdo las de la Sra. Laura y las sopas que hacía la Sra. Rosa).



Actualmente, estoy con ellos de corazón. Una de las últimas presentaciones fue en una tasca en Cabimas, dedicada a los años 60 (era nuestra especialidad) y pudimos compartir con gente un poco mayor, gente mayor y algunos contemporáneos. Un momento mágico escuchando y tocando la maravillosa música que nos hacía sentirnos del mismo planeta, andar en la misma onda. Nunca se me olvida que la gente siempre esperaba temas como “Escaleras al Cielo” u “Hotel California”. Siempre hacíamos un potpurrí de Rock and roll al final, cuando la gente andaba un poco mareada. Hacíamos coros con “El último beso”. Luis era experto en eso. El primer show era alegre, el segundo romántico y el tercero era el rock y su furia.



José Luis fue mi padrino del matrimonio civil; Carlos es mi compadre ya que soy el padrino de Laura, su hija; Luis y Carlos hicieron con sus manos mi primer apartamento. Ningún dinero del mundo puede pagar eso. Fernando, siempre le adeudaré su guitarra, tampoco tiene precio. Seguimos en línea y siempre habrá la esperanza de un reencuentro en serio, una grabación o un compartir.

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