sábado, 16 de abril de 2011

Cuando los médicos se convierten en negociantes

En mi trabajo diario, que tiene que ver con costos en la salud, me queda claro un detalle: la salud puede ser gratuita, pero tiene un costo.
Me toca conversar con pacientes, familiares, colegas y proveedores de artículos médicos como implantes, prótesis, órtesis, de todo tipo y para cualquier parte del cuerpo. Sin duda son objeto de deseo, no sólo por lo que aportan para la salud, sino por su costo. Su precio aumenta con el dólar y está sujeto a ese mercado siniestro.
La cosa cambia cuando los colegas y las colegas tienen que negociar con estos objetos. Piden comisiones a los proveedores que pueden ir del 5 al 25%, redundando esto en el precio final del producto. ¿Y quién lo paga? Pues, el paciente. Médicos y proveedores se mueven en una danza de regateos, quién da más. El que ofrezca más es la prótesis o el implante escogido. El paciente, en su desesperación por recuperar la salud, no entiende de estas cosas. El colega sólo le dice: “este es el mejor” o “yo trabajo con esta casa”. Unos se atreven a negociar directamente con el paciente refiriendo que ellos le ponen el implante, sin decirles que, en su valor está implícita su ganancia.
No podemos generalizar en que todos son así. Existen colegas que no se prestan para eso ni proveedores tampoco. Esa confianza las recompensan con otros detalles, congresos, alojamiento, pasajes, objetos, etc. Así es la danza, buena o mala, no soy quién para juzgarla. Lo que no está bien es recargarle los costos a los pacientes y a sus familias, quienes muchas veces tienen que empeñar el alma en adquirir el implante.
En la película And the band played, drama que narra el origen de la epidemia de SIDA, hay una parte en que un médico, decidiendo sobre aplicar o no la prueba de hepatitis B en los bancos de sangre, el consejo dictó un no por lo altos costos que ello implicaba, dijo: “Cuando los doctores actúan como hombres de negocio adónde puede ir la gente en busca d médicos”.


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