viernes, 19 de febrero de 2010

Lennon dijo

Yoko me enseñó a pensar en las mujeres. Estaba acostumbrado a que me sirviesen, como le pasaba a Elvis y a muchas estrellas. Las mujeres siempre me habían servido, ya fuera la Tia Mimi, Dios la bendiga, o quien fuera... Mujeres, esposas, novias. Caes borracho en la cama y das por sentado que alguna amiga de la escuela te hará el desayuno a la mañana siguiente. Sabes que se ha puesto ciega también, contigo en la fiesta, pero se supone que la mujer de repente debe atarse el delantal. Fue toda una revelación y comprendí lo que las mujeres habían hecho por mí a lo largo de toda mi vida. Nunca había reparado en ello. 
Yoko no tragó. The Beatles le importaban un comino. “¿Qué carajo don The Beatles? ¡Yo soy Yoko Ono! Trátame como a mí misma.” Desde el principio, me exigió el mismo tiempo, el mismo espacio, los mismos derechos. Yo no sabía de qué estaba hablando. Le decía: “¿Qué quieres, un contrato? Haz lo que quieras, pero no esperes nada de mí ni que cambie en ningún sentido”. “Bueno -decía ella-, la respuesta a eso es que no puedo seguir aquí. Porque donde tú estás no hay sitio. Todo gira en torno a ti y no puedo respirar en ese ambiente.” Le agradezco todo lo que enseñó.  

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