jueves, 24 de junio de 2010

La prescripción de analgésicos y antiinflamatorios

Desde tiempos inmemoriales hemos trajinado con analgésicos y antiinflamatorios en nuestra carrera. Desde la época de la butazolidina (que fue prohibida), pasando por la indometacina, cuando llegaron los diclofenacos y eran una novedad en la emergencia para calmar el dolor de los cólicos nefríticos; cuando después llegó el potásico y nuestro profesor de ginecología le decía el “Cataplúm” del dolor, aludiendo a su nombre comercial. También se pavoneaba el ibuprofeno y su propiedad antipirética. También estaba el piroxicam y sus congéneres, entre ellos el meloxican, un producto muy consumido. Había otros, menos conocido y, por tanto, menos prescritos.
Luego salieron los coxibs y fueron toda una novedad. Era ya mi época de postgrado y, en esa oportunidad, mencioné que había que esperar la prueba del tiempo antes de comenzar la prescripción exagerada que vemos cuando llegan esas modas impulsadas por los laboratorios. Es como olvidar a los viejos y fieles amigos cuando llega uno nuevo que se ve muy prometedor. Era novedad porque eran específicos por la ciclooxigenasa 2 y no producían sangramiento en la mucosa gástrica. El tiempo habló y los coxibs aumentan el riesgo cardiovascular. Aún nos quedamos con los viejitos, pero a ellos se ha sumado el consumo de “protectores gástricos”, entre ellos los prazoles y, muy especialmente, el esomeprazol, que es el más costoso. 
Como médicos, debemos ser muy cuidadosos a la hora de prescribir medicamentos de este tipo. Ya sabemos que aliviar el dolor es una recompensa para el paciente y una satisfacción para el médico, pero sabemos que le estamos dejando otro legado: sangramiento digestivo, hipertensión, nefropatía. Hay que pesar la balanza sobre el tiempo a utilizar el producto, usar otros menos gastrolesivos (a los gringos les encanta el paracetamol, aunque tienen muchos casos de intoxicados) y buscar la causa del dolor. En esos casos de uso crónico, como una de ella la osteoartrosis de la rodilla, hay que utilizar otras herramientas. La combinación de glucosamina y condroitín sulfato ha demostrado ser de ayuda para aliviar el dolor. 
Pero, lo importante es saber que muchos de esos pacientes ancianos a los que les prescribimos AINE llegan a las emergencias con hemorragias digestivas. No los descuidemos. 

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