viernes, 14 de marzo de 2014

El día de los médicos y médicas venezolanos

El 10 de marzo de cada año, desde hace 23 años, celebro el día de la medicina venezolana en honor a José María Vargas. Y leyendo de historia han sido varios quienes han enaltecido nuestra profesión. Recuerdo mis profesores y profesoras de pregrado y postgrado. Muchos ahora grandes amigos. También malas experiencias con algunos con sus malos ejemplos. 
En mi época de estudiante tuve profesores excelentes que con sólo una tiza te hacían volar la imaginación y podías ver las moléculas, las células, las enzimas y la fisiología. Casi que podías "oír" con tus ojos cómo se examinaba correctamente a un paciente. Pero recuerdo, gracias a Dios pocos, a aquellos que no te dejaron nada porque, lamentablemente, casi no iban. Estaba en ese pequeño grupo de burócratas que tenían varios cargos y a ninguno atendía. Ni daban clases, ni atendían su trabajo. 
También es cierto que no nos enseñaron a estar en la calle y abordarla hasta que estábamos graduados y había que improvisar. Lo que antes se llamaba "la rural" era un mes en un hospital de algún municipio foráneo y aprender del día a día. El resto era puro hospital. El contacto con la real realidad era en el hospital. Pero el paciente volvía a su entorno nuevamente, ese que algunas materias aburridas como Administración sanitaria sólo lo mencionaba. La vivencia era a partir de la rural. 
Ya de médico, en la rural de graduado, con responsabilidad de médico, era iniciativa propia meterse en el barrio, en el pueblo, con la gente, para hacerle el abordaje. Las vacunas, los casos de cólera (cuando hubo), algunas visitas, por ejemplo, fueron verdaderas enseñanzas y darse cuenta que hay cosas que no enseñan los libros de medicina. El paciente con diarrea vuelve a su casa donde no hay agua, con mala disposición de excretas y muchas otras carencias. 
Luego de comenzar con mi nuevo trabajo, que me enviaron a Casigua El Cubo, al sur del estado Zulia, a 4 horas de carretera de Maracaibo, mi experiencia rural fue aún más gratificante. Era en realidad estar con la gente, visitarla, incluirse con la gente, compartir el día a día, las carencias y las venturas. Aparte de médicos, fuimos, mi esposa y yo, los grandes ejemplos, los confesores de las parejas, miembros del coro de la Iglesia, los cursos prematrimoniales, fundadores de la Casa de la Cultura, hicimos exposiciones de arte indígena y canté mucho en los actos, visitábamos pacientes donde estuvieran, nos embragábamos con las epidemias y las inundaciones. 
Esos dos años fueron los más productivos al igual que el postgrado. Fue mi 2 rural y la primera de mi esposa. Años maravillosos. Esa era la medicina que disfruto al igual que la hospitalaria y la discusión de casos clínicos. 
Este día del médico se lo dedico a esos colegas que están con la gente, en el barrio, en el pueblo, compartiendo con ellos, viviendo sus carencias, sus sufrimientos y sus alegrías. Aquellos que aún no le han vendido el alma al día a día de la ciudad. 

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